Médicos sin licencia, condiciones insalubres, instrumentos oxidados, una sala de espera pintarrajeada con grafitis o puertas pegadas con cinta adhesiva… son algunas de las causas por las cuales el Departamento de Salud del estado de Virginia, en Estados Unidos, ha cerrado el centro abortista ‘Virginia Health Group‘.
El pasado mes de abril, la Administración de este estado realizó una inspección en profundidad. La alarma la había dado poco antes una mujer que tuvo que ser trasladada de urgencia al hospital porque el abortorio no contaba en las instalaciones con materal para poner puntos de sutura que pararan el sangrado de una grave lesión vaginal.
Aunque se han presentado 13 denuncias desde 2011, el abortorio siguió funcionando porque contaba con el apoyo del grupo abortista ‘American Women’s Services‘ cuyos servicios jurídicos evitaban una y otra vez que perdiera la licencia.
Sin embargo, el informe elaborado por la inspectora de salud Marissa J. Levine, al que se ha tenido acceso, ha logrado clausurar el centro. Las 50 páginas redactadas reflejan un antro más propio de la casa de los horrores que un centro “clínico”.
Levine subraya que “las deficiencias del centro representaban una amenaza importante para la seguridad de los pacientes, por ello hemos suspendido indefinidamente la licencia y se ha prohibido a los médicos que regían el lugar que vuelvan a practicar abortos en el estado de Virginia”.
La inspectora confirma que nunca ha hecho un informe tan extenso en cuanto a falta de higiene. Cómo se afirma en el informe, “la única palabra que refleja el lugar es ‘sucio’, la mugre cubría todo el local, las paredes estaban llenas de grafitis y desconchones, la madera del parqué estaba podrida y la moqueta de la sala de espera estaba repleta de manchas”.

La inspectora relataba en el informe con horror este espeluznante recorrido en el que nada parecía funcionar correctamente.

Así lo refleja el texto: “Me llamaron la atención las puertas, estaban todas pegadas con cinta adhesiva, intenté abrir una pero no se movía por la cantidad de suciedad que tenían las bisagras y cuando la empujé con fuerza literalmente se cayó al suelo“.
Sin embargo, el verdadero horror se encontraba en las salas donde realizaban los abortos. “Las mesas de operaciones estaban rasgadas y oxidadas, ninguna sala poseía fregaderos ni agua destilada para esterilizar los equipos, los guantes se reutilizaban, guardaban medicamentos caducados y tanto las batas, como el suelo y las mesas estaban marcadas con restos de sangre seca”.
Además, tampoco comprobaban los medicamentos que poseían en el centro, no tenían control de ellos ni siquiera estaban correctamente guardados. Así lo indica la inspectora en el informe.

Siguiendo con la ineptitud del abortorio, la supervisión administrativa era completamente inexistente, no contaban con secretariado, los registros de los pacientes estaban en cajas guardados en el baño, sin orden ni control y cuando la inspectora solicitó los documentos con las credenciales de los ocho empleados que trabajaban en el abortorio, solo recibió negativas.

Como se refleja en el texto, ningún empleado poseía ni formación ni licencia médica, aunque eso no les impedía seguir practicando abortos porque la respuesta reiterada de los empleados que recibía la inspectora era que “si ya he practicado abortos, no necesito licencia”.
“En las instalaciones no tenían la documentación de sus empleados, pero necesitaba verificar sus licencias, formación y cualificación, así que tuve que llamar uno a uno por teléfono, pero ninguno se mostró cooperativo”.

En el texto refleja que el abortorio tampoco estaba preparado para proceder en emergencias quirúrgicas y por ello, las mujeres que acudían al abortorio corrían un grave riesgo.
La importancia de presentar denuncias
Las 13 quejas de los pacientes han funcionado y aunque el proceso ha sido muy lento, han servido para abrir una investigación y finalmente clausurar el abortorio.
“Sin la queja, nunca hubiéramos descubierto los problemas de salud que había en este centro, es muy importante la colaboración ciudadana contra los centros abortistas porque suelen cometer muchas faltas y sin denuncias nosotros no podemos acceder al centro para inspeccionarlo”, ha asegurado la inspectora Levine a LifeSiteNews.

El propietario del abortorio clausurado es Steven Chase Brigham, un abortista sin licencia que opera en Virginia a pesar de que en varios estados le han retirado la licencia por falta de “higiene y responsabilidad médica”.
Brigham tiene tan mala reputación que incluso la Federación Nacional de Aborto no recomienda sus centros. La presidenta de esta Federación, Vicki Saporta, declaraba al Washington Post que Brigham posee un patrón en falta de conducta reiterada y “supone una amenaza significativa para la seguridad de las mujeres”.
Pueden consultar el informe completo del Departamento de Salud del Estado de Virginia.

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