Desde Colombia: ¿"Colonización homosexual"?

El sexo forma parte de la naturaleza, y yo me llevo de maravilla con la naturaleza”.
Marilyn Monroe

La comunidad de lesbianas, gays, bisexuales y las personas transgénero e intersexuales (Lgtbi), dicen que está de moda. Atrás están quedando aquellos tiempos en que la mojigatería y el miedo a mostrarse tal y como son, los obligaba a que no salieran de lo que comúnmente se ha dado en denominar el “closet”.

Sin embargo, poco a poco y en medio de un camino espinoso para conseguirlo, han ido ganando espacio con el propósito de exigir la igualdad y protección de los derechos que consideraron que se les estaba violando.

Y en Colombia, la comunidad Lgbti ha encontrado en la Corte Constitucional su mejor aliada para que en la actualidad, frente a cualquier otra persona, tengan los mismos derechos patrimoniales, puedan realizar el cambio de sexo en la cédula, adelantar procesos de adopción y cobijarse con la ley que tipifica el delito de feminicidio.

No obstante lo anterior, en una sociedad como la nuestra, los integrantes de la comunidad Lgbti sostienen que son objeto de discriminación, de homofobia, de maltrato, de bullying e incomprensión; pero eso no debería ser motivo para que se vaya generando una especie de resentimiento contra quienes no piensan igual que ella y que no la aceptan todavía como normal, y que, a la postre está conllevando a que surjan enfrentamientos entre unos y otro.

“Ustedes son seres humanos y como seres humanos tienen sus derechos, pero también sus obligaciones, si exigen respeto, entonces den respeto. Yo respeto sus valores, entonces respeten los míos. Hay derechos humanos que protegen a cada individuo, a mí y a ustedes, pero no hay derecho a inventar derechos y mucho menos a imponerlos a la mayoría”, les dice Karhol Muhlematter, en una carta abierta dirigida a la Comunidad Lgbti y publicada en el portal Las2Orillas.

Y esa imposición a la fuerza es lo que no les gusta a muchos, como a la diputada de Santander, Ángela Hernández Álvarez, quien dentro de un debate en la Asamblea de su departamento se fue lanza en ristre contra la ministra Gina Parody, al decirle que “basada en su condición adelanta una colonización homosexual en los colegios del país”. Pues, según la asambleísta, valiéndose de la Ley 1620 de 2013, con la cual se creó el Sistema de Convivencia Escolar, funcionarios del Ministerio de Educación están fomentando y promoviendo de manera perversa “la orientación Lgbti” en los colegios.

De ser ciertas esas afirmaciones, resulta reprochable e inaceptable desde todo punto de vista que una comunidad minoritaria como lo es la Lgbti, busque a toda costa sobreponerse sobre los derechos de la mayoría; sin embargo, lo más triste de todo es que se quiera utilizar a los niños y adolescentes con la finalidad de desde allí aprovechar el “poder” que tienen algunos miembros de ese grupo poblacional para demostrar que los derechos que han obtenido no tienen límites y que pueden hacer todo cuanto se les venga en gana, sin que les importe en lo más mínimo si con su accionar lesionan los derechos del otro por el simple hecho de estar de moda.

Aquí no se trata de homofobia, sino de ser consecuente con aquello de que “mis derechos terminan donde empiezan los derechos de los demás”. Entiéndase de una vez por todas que el respeto es la esencia de la vida, un valor muy importante que se tiene que cultivar día tras día, en el hogar, la escuela, la familia, con los amigos y todas las personas que están a nuestro alrededor porque de esta manera se podrá contar con un espacio armónico, en el cual podamos compartir libremente. ¿Será que esto lo saben en la comunidad como la Lgbti? Esperemos que sí.

Luis Eduardo Solarte Pastás

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