“Me acostumbré a morir cada vez que el comandante me hacía ir a su cambuche. Nunca me preguntó si yo quería estar con él, si me gustaba, si me sentía cómoda. Ni siquiera escuchó cuando le dije que yo era virgen, que no conocía hombre y que a pesar de tener los senos ya desarrollados solo tenía doce años… me dijo que mejor, porque así me volvía mujer más rápido para poder enfrentar la guerra…”.
Érika, ese era su nombre en las filas del bloque Oriental de las Farc, y sus palabras salen atropelladas, con furia, llenas de dolor, pero también de mucho coraje. Ella hace parte de larga lista de mujeres que en los últimos meses decidieron denunciar los atropellos que tuvieron que padecer inmersas en el miedo y el silencio, cuando hicieron parte del grupo guerrillero que firmó hace un año el acuerdo de paz con el Gobierno.
Lo difícil del relato es que no es una historia nueva, pese a que hasta ahora está empezando a tener eco.
En mayo del 2005, la operación JM, punta de lanza del Plan Patriota, permitió llegar a uno de los campamentos centrales de las Farc, en las selvas del Yarí; allí las tropas de las Fuerzas Especiales encontraron los cuadernos donde se registraban los abortos que se les practicaban a las guerrilleras. El listado estaba acompañado del alias o nombre de guerra, tiempo en la organización y edad. Este último dato fue el que más impacto: el rango oscilaba entre los 12 y 18 años.
Hallazgos similares se hicieron en campamentos desmantelados en las selvas del Guaviare, donde funcionaba, en época de la zona de distensión (1998-2002) el mayor complejo hospitalario de las Farc. Era una construcción en cemento, bien equipada y con diferentes salas para atención médica, aunque algunas estaban rotuladas con la palabra que marcó la vida de cientos de mujeres: legrados.
Érika es una de ellas. Su victimario por meses, ‘Arsenio Cocorico’, era uno de los hombres más cercanos al ‘Mono Jojoy’ y fue el encargado de asumir las riendas del frente primero en el Guaviare, tras la operación Jaque, que le devolvió la libertad a once militares, tres contratistas estadounidenses y a la excandidata presidencial Ingrid Betancourt.
Lo que se sabe es que hoy está en uno de los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación, creados en el marco de la implementación del acuerdo de paz.
De esa época, ya empiezan también a aparecer las víctimas del aborto forzado, la esclavitud sexual y la violación. Todas reclutadas a la fuerza cuando tenían entre 10 y 14 años.
“Cuando me llevaron a sacarme al niño, al campamento de Miraflores (Guaviare), conocí a Érika. Ahí nos hicimos amigas, pero cuando nos reintegraron a mi me mandaron con el grupo de ‘Romaña’ y ella salió para el Guaviare. Nos reencontramos hace poco, con la firma del acuerdo. Yo pude tener un hijo después de lo que me hicieron y logré sacarlo a la vida civil. Érika no”, relata Mireya, otra de las mujeres que reclama el derecho a justicia en su caso, específicamente contra alias Aldinever o el Zarco, otro de los hombres de ‘Jojoy’, y quien según el relato de Mireya, ordenó su aborto cuando ella ya tenía siete meses de gestación.
Y las denuncias crecen con el paso de los días. “Antes era imposible siquiera mencionar el tema porque éramos consideradas terroristas –enfatiza Érika–. No teníamos derechos en las Farc y menos fuera de la guerrilla. Yo tuve que llorar a mi hijito mientras nos dábamos bala con el Ejército porque solo pasaron dos semanas después de que me lo sacaron, cuando ya me mandaron a combate porque teníamos a los militares encima”.
Quien le practicó el aborto a Érika le dejó lesiones en los órganos internos, le perforaron la matriz y se la tuvieron que extirpar.
Yo tuve que llorar a mi hijito mientras nos dábamos bala con el Ejército porque solo pasaron dos semanas después de que me lo sacaron
El momento de hablar
Pero ellas son tan solo la punta del iceberg. Sara Morales y Vanessa García decidieron no solo levantar su voz si no dar la cara y ponerles rostro a un drama y un crimen que era un secreto a voces.
Ellas, víctimas de los excomandantes ‘Oscar’ o el ‘Paisa’, quien violó a Vannessa a los once años y luego la obligó a abortar a los trece, y Pastor Alape, quien reclutó a Sara cuando tenía once años, ahora son las voceras de la Corporación Rosa Blanca (@CorpoRosaBlanca).
Decidieron crear este grupo para denunciar, pero sobre todo para hacerles entender a la sociedad y al Estado que las abandonaron por tantos años, que existen y necesitan apoyo.
Su determinación de hablar ya les costó las primeras amenazas y saben que, lamentablemente, esas palabras intimidantes enviadas a través de terceros, se pueden materializar. Hasta ahora la única entidad que les ha prestado atención es la UNP que ya las citó para revisar el tema de seguridad. Sin embargo, ni la Fiscalía, el alto comisionado de Paz o los ministerios de Defensa, Interior o Justicia se han pronunciado.
“No estamos haciendo una guerra contra las Farc. Lo que estamos pidiendo es que quienes ahora son los jefes políticos y en su momento fueron nuestros comandantes reconozcan sus errores y digan la verdad sobre lo que hicieron con nosotras: nos reclutaron a la fuerza, nos pusieron fusiles en las manos siendo niñas, nos violaron y luego nos hicieron abortar los niños que ellos mismos engendraron”, reclama con fuerza Sara, mientras su voz se quiebra.
A la fecha, la Corporación Rosa Blanca, que tiene como símbolo la misma rosa del partido de las Farc, pero de color blanco, han recibido mensajes de ayuda de 290 mujeres excombatientes de la guerrilla de Antioquia, la zona cafetera y el centro del país.
“Éramos niñas y nos llevaron a combatir, pero también a quitarnos el derecho a ser mamás”, concluye Érika.
Mujeres civiles también alistan sus denuncias
Siempre se habló de los atropellos y las violaciones masivas y sistemáticas que los paramilitares habían cometido contra las mujeres de la población civil, en medio de sus incursiones, y se les dio menos relevancia a los casos de la guerrilla y los agentes del Estado.
En los diferentes informes se argumentó que el número era menor. Sin embargo, varias de las víctimas de las guerrillas, así como de integrantes del Ejército y la Policía, están documentando sus casos para presentarlos ante la JEP y ante instancias internacionales. El proceso de paz con las Farc abrió un capítulo que era innombrable de cara al conflicto armado: la violencia sexual. Los números de todas las organizaciones, sobre la cantidad de víctimas son inexactos, por eso, los testimonios serán fundamentales.
Fuente: http://www.eltiempo.com/justicia/conflicto-y-narcotrafico/denuncias-de-exguerrilleras-victimas-de-violaciones-y-abortos-forzados-en-las-farc-162672

Objetivos:
• Canalizar la voz de la ciudadanía ante autoridades públicas e instancias de la sociedad civil para hacer presentes sus derechos y promover sus deberes.
• Promoción, divulgación y defensa de los valores, derechos y deberes de la familia y de la vida humana.