Desde España: Manual de uso de la corrección política ante una nueva forma de censura

A partir de los años 60, el marxismo cultural elaborado por la Escuela de Frankfurt alcanzó dimensión global. Sus tesis, de gran predicamento en Occidente, configuraron el imaginario colectivo contemporáneo y pusieron las bases de lo que hoy se conoce como corrección política.

El mayo francés del 68 ya no solo clamaba por los derechos del obrero, también por los de otras minorías igualmente sometidas por el capital. Marx había errado el tiro, el enemigo no era (sólo) el patrón, era el sistema creado por Occidente. Todo él. La izquierda sesentayochista asumió así nuevas formas de combate ideológico y tomó banderas como el feminismo, el igualitarismo el multiculturalismo o el ecologismo.

Años después Sarkozy se referiría a los acontecimientos del 68 como los causantes del relativismo moral, la crisis de valores y el descrédito del concepto de autoridad.

 Conceptos que hasta mediados del siglo pasado gozaron de prestigio y reputación, tales como el honor, la obediencia, la citada autoridad o el sacrificio, son hoy valores obsoletos. Contravalores.

El «lenguaje especista», un nuevo tabú

Los movimientos verdes prendieron, sobre todo, en las clases acomodadas y urbanitas de EEUU y Europa y fueron extendiéndose, vía cultura de masas, hasta establecerse como verdades incontrovertibles e indiscutibles. La ausencia de respuesta intelectual les permitió llegar hasta nuestros días con vigor y radicalizados.

El dogma principal del animalismo bebe del igualitarismo cláisco, que si en su origen buscaba la igualdad entre las clases sociales, desde la Escuela de Frankfurt amplía por completo su horizonte y aspira a la igualdad entre los sexos, las razas y los animales. Incluyendo, por supuesto, al hombre entre los animales. El objetivo es sustituir el antropocentrismo por una suerte de ecocentrismo. Así, el hombre debería someterse al espacio que la naturaleza le designa, pues no tendría más derechos que el resto de las especies de la creación. Una creación no entendida en el sentido cristiano sino en un sentido místico, panteísta, de inspiración New Age y en muchos casos con ingredientes indigenistas (Pacha Mama). Lo contrario, la supeditación de los animales al hombre, ha sido designado como “especismo”, equivalente a racismo pero entre especies animales. Así, por ejemplo, los insultos «cerdo», «buitre» o «rata» constituirían un caso flagrante de «lenguaje especista” en tanto que supondrían una discriminación a otras especies.

(Llamar a alguien «cabeza de chorlito» o «gusano» es incurrir en el «lenguaje especista»)

El animalismo busca deliberadamente dotar al animal de una dimensión humana, conferir a las bestias (término ya desterrado por «especista») características propias del hombre, dotar, en definitiva, de dignidad a los animales. Entre sus consecuencias lógicas está el vegetarianismo radical o el veganismo (aunque a veces el veganismo es la causa y no la consecuencia). 
Y empieza a hacerse fuerte la idea de que la carne, el pescado y sus derivados son prescindibles y pueden sustituirse por otros alimentos sin necesidad de “asesinar” a un animal.

La cultura de masas ha ayudado a elaborar un relato según el cual hombres y animales no serían sino los mismos seres bajo diferentes morfologías. Así, según la mayor parte de los relatos infantiles contemporáneos, los animales poseerían una dimensión intelectual y espiritual equivalente, sino superior, a la del hombre. La industria cinematográfica, y Walt Disney en particular, han creado un universo animal cuyos protagonistas ríen, lloran, se enamoran, escriben cartas y recogen a los niños en el colegio. Siendo esto así, no es extraño que la tauromaquia resulte, a ojos de la generación actual, un holocausto, y la caza, un genocidio. Se ha alcanzado así el ecosistema moral necesario para lograr la prohibición total, la llamada “Ley Cero” del animalismo, que PACMA presentará en unos días y que aspira a erradicar todas las actividades humanas que el partido considera perjudiciales para el mundo animal. La Tauromaquia por descontado, pero no sólo, también los circos, los zoos, los delfinarios o la venta de animales.

Machismo omnipresente

España, uno de los países más tolerantes del mundo, parece haberse vuelto de repente una nación machista hasta lo espeluznante. Las lentes de aumento del llamado micromachismo cazan a diario supuestas actitudes machistas en comentarios o actitudes que ignorábamos que lo fueran. 
El presentador de ‘El Hormiguero’, Pablo Motos, fue linchado en la plaza pública de Twiter por preguntar a sus invitadas si sabían bailar “perreo”. Resultó un alboroto monumental, pero no menor que el del también colaborador del programa, Dani Rovira. El actor lanzó un tweet en el que advertía a los hombres que no miraran las marquesinas en los próximos días pues una bella modelo anunciaba una marca de lencería y corrían el riesgo de ser tachados de “machistas”. El escándalo fue tal que Rovira luego lamentaría no haberse “metido el tuit por el ojal” y acabó pidiendo a las feministas una segunda oportunidad: «Yo pienso seguir luchando a vuestro lado… si me dejáis hueco… si me enseñáis cuando me equivoque. Gracias por leerme”.

Unos días antes había caído un alud de oprobio sobre un concursante de ‘Master Chef’ que, sintiéndose bajo de ánimo, usó la metáfora equivocada: dijo tener la regla. Quedó, para siempre y sin posibilidad de defensa, de cavernícola. Lo denunciaba el periodista Hughes en una valiente columna en ABC –“Cazar machismos, nuevo pasatiempo intelectual”– :“Cada vez más, un desliz sirve para ser considerado como hombre machista, como si se revelase el verdadero fondo de un ser humano. (…) No hay nada que hacer. Si te dicen machista te meten en una lista invisible (pero que existe) a la que va gente sin remedio. Gente no reeducable. Esa lista es como una declaración de obsolescencia cultural. Serás tolerado hasta tu pronta retirada”.

Basta con discrepar para formar parte del odioso «heteropatriarcado»

Criticar el ya impuesto “desdoblamiento de género” (alumnos y alumnas, vascos y vascas) le ha costado al académico Arturo Pérez-Reverte el estigma de odiador de mujeres. Ya ni siquiera es necesario mostrarse presuntamente machista, basta con discrepar de la ideología dominante para serlo. No cabe el debate. Toda diferencia descubre a un facha, un “cuñao” o un machista, conceptos que vendrían a ser intercambiables. 
No cabe la posibilidad de que los comentarios inoportunos sean, en realidad, modalidades de zafiedad o mala educación, son necesariamente ejemplos de machismo, esto es, de desprecio a la mitad de la humanidad.
Conceptos como “cosificar” o “heteropatriarcado”, antaño sólo conocidos entre los colectivos feministas, hogaño son de uso común. Todo es consecuencia del tan mentado sistema heteropatriarcal. Ya no hay imbéciles, graciosos o graciosillos, hay machismo.

El feminismo está blindado por la corrección política. Ni siquiera por medio del humor es legítima la crítica. El youtuber Zorman lo intentó en uno de sus vídeos y el caso saltó hasta los grandes medios. Una vez más El País acudió al rescate de los dogmas imperantes para preguntarse si era “lícito” reírse con un vídeo “que solo aporta memez y confusión» y que «ahonda en un discurso ignorante y manido». ¿Conclusión? No es legítimo bromear sobre “materias tan delicadas como el feminismo».

Más aún: “no es sano ni moralmente higiénico sentirse orgulloso de ser hombre en un sistema patriarcal”. Es la opinión de un columnista de eldiario.es que explicita un mensaje que hasta el momento sólo operaba entre líneas. Ya no. Tampoco es sano «sentirse satisfecho de ser hetero cuando las personas con otra orientación sexual muchas veces no pueden ni mostrar en público su condición”. Y sobre la cuestión racial, otro elemento totémico de los dogmas contemporáneos, apunta: “Sentirse orgulloso de ser blanco y contarlo por todas partes es una de las mayores muestras de superioridad que existen. (…) Quien saca pecho por ser blanco no dudará en defender un legado que perpetúa una serie de discriminaciones de las que sistemáticamente se ha beneficiado, beneficia y beneficiará”.

Discotecas, clínicas de estética, tiendas de moda… todo es machismo

No hay semana que El País no aborde “el problema del neomachismo”. En un reportaje reciente titulado “Micromachismos. Cómo nos explican las cosas los hombres”, el diario hacía una recopilación de “micromachismos” al objeto de demostrar que “la discriminación persiste”. Uno de los testimonios, el de una estudiante universitaria, resulta particularmente revelador: “El machismo lo impregna todo”, sentencia, confirmando que no hay escapatoria posible. Y no la hay porque todo forma parte del heteropatriarcado, un sistema social, una cosmovisión, que hundiría sus raíces en la cultura católica y, como explica el testimonio, condena a las mujeres a sufrir “violencias cotidianas”.

Poco importa que España sea un país por completo secularizado, que sea el más tolerante de Europa con la inmigración, con los homosexuales o, afortunadamente, y al contrario de lo que se cree, una de las naciones donde menos incidencia tiene la violencia doméstica.

La persecución de patrones machistas ha llevado al feminismo a identificar “violencia patriarcal” en casi cualquier aspecto de la vida cotidiana. Informaba esta semana el portal catalán E-Notícies de una campaña de los colectivos feministas catalanes contra instituciones que consideran “responsables de la violencia patriarcal”. Una campaña que pone de manifiesto la ampliación sin final del listado de organizaciones consideradas protomachistas. Así, amén de las ineludibles iglesias –institución responsable del sistema heteropatriarcal- y las sedes del Partido Popular -“principal impulsor de las políticas reaccionarias y machistas”-, los colectivos feministas “visitaron” colegios de educación diferenciada, discotecas, “que cosifican la mujer y la presentan como un mero reclamo sexual”, clínicas estéticas, “que fomentan falsas necesidades”, y hasta tiendas de ropa, que “perpetúan la presión estética”. Además de, por supuesto, el escrutinio diario, con lentes de aumento, de las redes sociales, los medios de comunicación, las declaraciones públicas, películas, series de televisión y demás industrias culturales. Todo se está interpretando con el celo de las nuevas tesis feministas, apoyadas de manera activa o pasiva por las grandes plataformas de comunicación. El veredicto es casi siempre el mismo: culpable. Desde Bola de Dragón a Tintoretto, todo es machismo.

La nueva fase: corrección política retroactiva

La corrección política ha entrado en una nueva fase con la búsqueda de incorrecciones también en el pasado.
Descubría esta semana El País -otra vez El País- en una pieza titulada “La violencia de género en los grandes museos”, la existencia de “raptos, violaciones, humillaciones y toda clase de vejaciones hacia las mujeres” en obras “que la historia del arte ha calificado como maestras”. Pinturas que no atienden a los dogmas contemporáneos y en las que “la situación social de la mujer queda explícitamente agraviada”.

El diario glosa numerosas piezas que contienen “raptos, vulneración de la intimidad o calumnias” y que “estetizan la violencia de género”, por ello, se advierte de que la fruición de la obra no debe en ningún caso eclipsar el hecho “de que somos testigos también de la representación de delitos infames”.
La periodista emplea incluso terminología feminista contemporánea para referirse a una obra del siglo XVI, “Susana y los Viejos”, en la que Tintoretto presenta a una mujer “cosificada y expuesta para su contemplación”.

Las obras denunciadas representarían a la mujer “de manera misógina para uso y disfrute no sólo de los cuerpos esteriotipados por los gustos de la época, sino también como demostración de la fuerza y la razón del género masculino frente al definido como débil”.
Pero lo más controvertido del texto llega al final, cuando la autora legitima, o al menos comprende, los atentados contra este tipo de obras de arte. Fue el caso de “El rapto de las Sabinas” de Juan de Bolonia, una escultura a la que se le ha reconocido históricamente el carácter romántico de un ballet pero que a juicio del texto de El País, no sería sino una representación del acoso; la aparente resistencia de la protagonista “no convence como idea de consentimiento”.
El grupo escultórico fue expuesto a la intemperie en Florencia, donde unos vándalos le infringieron graves daños. La periodista concluye: “Parece lógico pensar que el hecho de mostrar públicamente una vejación de derechos puede incitar a que esa actuación pueda ser compartida por otros que hacen alarde de los mismos principios”.

Un último ejemplo: los cuadros de la humillación canaria (a manos de España)

La derecha política, el concepto de tradición, y la idea de España salieron gravemente lesionadas de la dictadura franquista. La Transición supuso un cambio en el relato de los valores, atendiéndose desde aquél momento a las regiones en detrimento de una idea nacional letalmente asociada al periodo anterior, e instaurándose una narración progresista en lo político y lo social. Se trata de un discurso que hoy resulta hegemónico al punto de haberse establecido como la corrección política. De ella se han derivado y derivan importantes consecuencias en el ámbito territorial y en el de la política general, pero también innumerables consecuencias cotidianas o menores. Valga el ejemplo de, al decir de El País, “Los cuadros de la humillación que presiden el Parlamento canario”. Pinturas que representan la llegada de los españoles al archipiélago y que, por el momento, se ubican en el parlamento autonómico. Representaciones poco adecuadas y que, según la izquierda y los nacionalistas canarios, más pronto que tarde acabarán tras una espesa lona. Es la solución de consenso: taparlos detrás de una cortina, al menos durante los plenos. Ocultarlos. Corregir la realidad en definitiva.

Fuente: http://gaceta.es/noticias/manual-correccion-politica-13052017-1857

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