Los hermanos Grimm fueron los primeros en relatar el cuento de Rumpelstiltskin. Y aunque no fue la intención, el resultado es que existe un inquietante paralelo con ese cuento y la experiencia vivida por muchas mujeres con el aborto.
Rumpelstiltskin es la historia de la hija de un pobre molinero, encerrada en una torre por un rey ambicioso que le exigía a la muchacha que convirtiera la paja en oro como condición de su libertad. Era una tarea imposible así que ella perdió toda esperanza. Fue entonces que un hombrecillo malvado se le aparece y le promete rescatarla de esa terrible situación. Él se convertiría en su salvador. ¿A costa de qué? De un bebé recién nacido.
Rumpelstiltskin le ofrece lo que aparentemente es el único escape. Es por eso que la desesperada chica jura darle su primer hijo a cambio de su libertad. Él produce el oro para el rey y ella es liberada. Poco después ella olvida su macabra promesa. Pero años más tarde cuando da a luz a su primogénito, Rumpelstiltskin viene a llevárselo.
¡Cuán a menudo algunas mujeres haciéndoles frente a un embarazo no deseado se sienten atrapadas por lo que perciben ser una circunstancia imposible! No vislumbran ninguna otra salida a su situación sino el aborto. Es posible que algunas mujeres con pocos recursos financieros se sientan como forzadas a convertir la paja en oro. Al carecer de recursos para poder mantenerse a ellas mismas o a su bebé, eligen abortar.
El aborto, como Rumpelstiltskin, no se presenta como un fuerte caballero a caballo dispuesto a salvar, sino como un malvado hombrecito susurrando al oído de la mujer vulnerable: “Yo te puedo rescatar de todo este enredo. Yo puedo aliviarte de tus preocupaciones”. El rescate de Rumpelstiltskin no es de la clase que provee un refugio seguro sino que se asemeja más al regateo que tiene lugar entre una mujer desesperada y su alcahuete. Y como la protección que el alcahuete provee, viene siempre con una deuda. ¿El costo? Un bebé no nacido.
¿Cuántas mujeres post-abortivas no son como la hija del pobre molinero?
Ellas abrigan la esperanza, como ella, que el feo intercambio será olvidado para siempre. Pero en eso se aparece Rumpelstiltskin buscando su pago. Nadie le dice a la mujer del costo, del dolor y de la desesperación que ella sentirá después de haber abortado a su hijo. Rumpelstiltskin se le aparece en sus sueños y la acusa cuando está despierta. Ella regatea con él ofreciéndole oro para que se largue. Pero a él no le interesa su oro.
Para la hija del molinero, había una sola manera de hacer posible la desaparición de Rumpelstiltskin. Ella tenía que adivinar su nombre correcto y mencionarlo en voz alta. Esto se asemeja al caso de la mujer post-abortiva, la que al principio no puede nombrar la raíz de su angustia. Como la hija del molinero que mantenía ocultas las vergonzosas visitas de Rumpelstilstkin, la mujer post-abortiva esconderá sus sentimientos de culpa y de vergüenza –y su dolor– para sí misma. A veces se manifiesta en el consumo de alcohol o drogas, en un comportamiento promiscuo o peor. Algunas mujeres tratan de escapar tratando de suicidarse; algunas lo logran.
Pero un día la hija del molinero decide confiar en alguien y le pide al mensajero que la ayude a averiguar el nombre del malvado ser estrafalario que siempre venía a querer cobrar su paga. El mensajero oyó de paso el nombre de Rumpelstiltskin y se lo reveló a la chica.
Al conocer el nombre de su pesadilla, la hija del molinero de pronto se sintió restaurada en fortaleza.
Ya no estaba a merced de Rumpelstiltskin. La mujer post-abortiva, cuando pide ayuda a otras que han pasado por la misma oscura jornada y se han curado, puede ella también encontrar gran alivio. Estas “mensajeras” vienen en nombre del Príncipe de la Paz, el verdadero Salvador. Ellas pueden ayudarla en nombrar su dolor. Y cuando ella lo hace, éste pierde el poder sobre ella, abriendo así espacio en su corazón para sanarse.
La última vez que Rumpelstiltskin volvió por su paga, la hija del molinero lo miró fijamente y gritó su nombre. Con gran furia, él dio una patada tan fuerte que se hundió destrozado en la tierra.
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Asociada de Priests for Life.
Fuente: http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/article204789609.html

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