El estereotipo feminista

[TH] Alzó la mirada a la turba y una de las manifestantes le gritó:
—¡Tú eres una mujer reprimida y retrógrada! Nosotras te liberaremos.
—¿Y si no quiero ser «liberada»?
—Entonces lo haremos por la fuerza, en nombre de la libertad.[1]

Nuestros abuelos tenían un dicho muy sabio que hasta hoy se oye: «todo en exceso es malo». Desde la lejana búsqueda de igualitarismo proclamada en la “Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana” de Olympe de Gouges en 1789[2], donde afirma que “la mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos”, hasta el feminismo radical (o de género) de nuestros días, todo parece haber pasado de un extremo a otro.  Habiendo estigmatizado la idea de «estereotipos» que condicionan la libertad de las mujeres hoy vemos con asombro como este feminismo ha terminado creando su propio y más grande estereotipo: la mujer masculinizada, como el ideal a alcanzar.

¿De qué estamos hablando? De la promoción agresiva del rechazo a la femineidad natural. Se cuestiona ahora desde el arreglo personal femenino, hasta su preferencia por tener familia, casarse, ser madre y criar a sus hijos (esto último dicho con el entendimiento de que esta no es una tarea exclusiva de la mujer). Aunque el feminismo inicial valoraba la familia y la vida, el feminismo de ahora la estigmatiza y hasta reclama el aborto (la muerte de un niño en su vientre) como un “derecho” suyo para “controlar su reproducción”. Desear ahora la complementariedad varón-mujer es casi un delito social y hasta alguien ha pedido que el sexo entre esposos sea considerado violación.[3]

A esto hay que agregar que desde hace mucho vivimos una persistente saturación de la idea de la mujer como sujeto vulnerable y oprimido de la historia, y del hombre como su agresor innato. Esta retórica ha producido que, en el lenguaje actual, las mujeres busquen ser «empoderadas» y los hombres estigmatizados.

Aquí cabe una pregunta básica ¿es este feminismo actual un desarrollo natural de sus postulados originales o ha sido infiltrado y secuestrado (en lenguaje moderno, “instrumentalizado”) por alguna otra corriente?

La pregunta no es ociosa si recordamos que Engels (el gran camarada de Marx) escribe que “en la familia el hombre es el burgués, y la mujer el proletariado”[4] y que esta visión del hombre y la mujer como enemigos es desarrollada extensamente por la neo marxista Escuela de Frankfurt como una nueva forma de “agudizar las contradicciones sociales” y de crear un nuevo mercado ideológico, allí donde el marxismo original ha sido desfasado.

Esta narrativa llega al paroxismo con la visión «patriarcal» del mundo, una verdadera teoría de la conspiración que presupone que los hombres han hecho un pacto oscuro, histórico y masivo desde siempre para dominar a las mujeres y que ellas lo han aceptado tácitamente.

En este contexto se entienden estas palabras de Leonor Silvestri (1976) en su libro Guerra a la heterosexualidad: “Desistir de prácticas tales como el matrimonio y todos sus sucedáneos. (…) La abolición de la práctica de la sexualidad en pareja, de desobediencia sexual, de desterritorialización de la sexualidad heteronormativa: ese es nuestro destino”.

Para darle credibilidad social a esta narrativa las cifras de mujeres agredidas por hombres han sido maximizadas y las de niños agredidos por mujeres, ocultadas. Un trabajo diario que las omnipresentes ONGs feministas se encargan de “transversalizar” en todos los niveles en la sociedad con los ingentes recursos económicos que reciben del extranjero.

No me extraña por eso que hace poco una adolescente me dijera en una conversación personal: “no sé por qué, pero no quiero casarme ni tener hijos, el solo hecho de pensarlo me produce rechazo. Quiero vivir, tener títulos, viajar…” Nuestros jóvenes están siendo inoculados cada día con estas ideas desde los colegios y las universidades.

Pero el futuro que viene no es el paraíso que esta ideología promete. Este nuevo estereotipo de mujer desfeminizada es el que ha llevado a la mayoría de países de Europa, ya no al invierno demográfico que se evidencia desde hace años en ellos, sino al suicidio demográfico que se anuncia hoy con tristeza. En sus calles ya no hay niños, ya no hay matrimonios duraderos, lo que hay son mujeres solas buscando sentido a sus vidas y hombres solos que ante esta arremetida ideológica han reaccionado desarrollando su propia forma de rechazo: un menor sentido de protección hacia la mujer, un menor compromiso con ella y una mayor agresividad. Si ella le ha declarado la guerra, él también quiere entrar a la batalla. Europa y muchos países “progresistas” padecen hoy, por esto, una terrible epidemia de soledad y de enemistad entre hombres y mujeres.

El problema de hoy con el feminismo radical es que a las mujeres ya no se les permite serlo. Que les han impuesto un nuevo estereotipo por la fuerza de la repetición y la manipulación, donde ya no cabe ser femenina. Y en su búsqueda de libertad absoluta las han despojado no sólo de sus demonios internos sino de su esencia de mujer.

[1] https://twitter.com/THistorias/status/999726038421835776

[2] http://www.fmyv.es/ci/es/Mujer/13.pdf

[3] Andrea Dworkin (1946–2005): “Toda relación heterosexual es una violación contra la mujer”.

[4] Ver. F. Engels. “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”.

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