Lisa Littman es una ginecóloga y profesora de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Brown, en Estados Unidos. Investiga sobre salud reproductiva, prematuridad y disforia de género, entre otros temas.
El pasado 16 de agosto publicó en PLoS One el artículo “Disforia de género de inicio rápido en adolescentes: un estudio de informes parentales”. Según se resumía en Science, describía “casos repentinos de inquietud con el sexo biológico”. Basó el documento en una encuesta de 90 preguntas completada por 256 padres de jóvenes transgénero con una edad promedio de 16 años. Reclutó a los padres de tres sitios web donde relatan transiciones transgénero repentinas en sus hijos: 4thWaveNow, Transgender Trend y YouthTransCriticalProfessionals. Según los padres encuestados, que en su mayoría apoyaban las relaciones homosexuales, ninguno de sus hijos manifestó en la infancia síntomas que coincidieran con el diagnóstico profesional de disforia de género. Littman sugería que algunos jóvenes pueden estar buscando la transición de género para escapar de otras dificultades emocionales -el 48 por ciento había experimentado un evento traumático o estresante antes del inicio de su disforia de género- y remarcaba que, más que un sentido innato de incongruencia entre cuerpo y mente, el “contagio social”, es decir, la influencia de amigos o tutores transgénero, directa o a través de las redes sociales, puede ser un factor clave de la supuesta disforia de inicio rápido.
Un contagio juvenil muy estudiado por ejemplo con las tribus urbanas o las preferencias deportivas, con la diferencia de que un atuendo gótico no es lo mismo que una prematura mutilación genital o una arriesgada ofensiva hormonal.
En febrero de 2018, seis meses antes de que se publicara el estudio, The Advocate, una revista LGBT, ya criticó un avance aparecido en Journal of Adolescent Health, tachándolo de “ciencia basura”. Tras publicarse en PLoS One, fue reseñado favorablemente en el diario The Times de Londres, y el 22 de agosto la web de la Universidad de Brown lo anunció entre sus novedades investigadoras. Las protestas de las comunidades LGTB no se hicieron esperar.
El 27 de agosto, PLoS One, aunque mantiene en su web el artículo, que previamente había sido revisado por expertos y aprobado para su publicación, comunicó que había solicitado una nueva evaluación sobre la metodología y análisis del estudio.
Y ese mismo día, la Universidad de Brown retiró el artículo de su web aduciendo “que las conclusiones del estudio podrían utilizarse para desacreditar los esfuerzos para apoyar a los jóvenes transexuales”. Bess Marcus, decana de la Escuela de Salud Pública de Brown, explicaba en un comunicado “el compromiso de la escuela con la diversidad de género y la inclusión, parte inquebrantable de nuestros valores fundamentales como comunidad”.
Science informaba de que las excusas de Brown y PLoS One “han enfurecido a algunos investigadores por cuanto pisotean la libertad académica”. Así, el endocrinólogo Jeffrey Flier, ex decano de la Facultad de Medicina de Harvard, denunciaba en la revista Quillette la pérdida de integridad académica de Brown así como la “horrible” indefensión de Littman.
Algunos expertos, y la propia Littman, han reconocido las limitaciones del análisis descriptivo: es solo una encuesta y no a los jóvenes, sino a los padres; un “punto de partida”, según Littman, para futuros estudios. La revista británica The Economist escribió que la reacción al estudio había ido “más allá de lo esperado en una disputa académica regular”, refiriéndose a la presión de los activistas trans y a la sensibilidad social ante un asunto poco investigado y altamente ideologizado. Y en un comentario en Retraction Watch, Alice Dreger, historiadora de la medicina y bioética de la Universidad Northwestern de Chicago, se preguntaba: “¿Qué investigador querría trabajar en la Universidad de Brown cuando el valor de su trabajo está determinado por la presión política? La investigación de ideas supuestamente impopulares debería ser un objetivo académico, no una fuente de vergüenza. Esto es muy preocupante”.
Hay que proteger la libertad académica, aunque las conclusiones causen controversia o indignación, insistía el ex decano de Harvard. “Al explorar temas controvertidos que desafían las ortodoxias predominantes, los científicos siempre se han enfrentado a riesgos profesionales. El estudio de Littman pasó todos los requisitos que ahora se exigen en las universidades y en PLoS One sus hallazgos fueron revisados por pares, aceptados y publicados”. Como sucede con muchos estudios, el escrutinio posterior puede corregir errores o conducir a nuevas investigaciones. En este caso no se trata de un estudio no reproducible, ni ha habido plagio o falsificación de datos. “Sus críticos no han realizado ningún análisis sistemático de sus hallazgos, sino que parecen estar principalmente motivados por la oposición ideológica a sus conclusiones”, añade Flier.
Menos aún entiende las “preocupaciones” de la Universidad de Brown de no herir a terceros a la hora de juzgar un trabajo académico. “El deber de un decano es apoyar a un miembro de la facultad atribulado, a menos que surja una evidencia clara para impugnar su comportamiento o su trabajo”… “Durante siglos, las universidades lucharon para proteger la capacidad de sus facultades para realizar investigaciones consideradas ofensivas, ya sea por las Iglesias, los Estados u otras influencias poderosas. Su éxito en este sentido representa uno de los grandes triunfos intelectuales de los tiempos modernos, uno que subyace en la base de las sociedades libres”.
Fuente: https://www.diariomedico.com/opiniones/el-escaner/disforia-academica.html

Objetivos:
• Canalizar la voz de la ciudadanía ante autoridades públicas e instancias de la sociedad civil para hacer presentes sus derechos y promover sus deberes.
• Promoción, divulgación y defensa de los valores, derechos y deberes de la familia y de la vida humana.