Las excepciones confirman el modelo de familia

El congresista homosexual Alberto de Belaunde escribió el domingo una columna en el Diario Correo titulada “¡Vivan (todas) las familias!”, en donde afirma que la familia no sólo está integrada por mamá, papá e hijos sino que existen “muchos tipos” de familia:

“Hay abuelos que se encargan de sus nietos porque los padres ya no están, madres solteras que salen adelante con sus hijos, tíos que ayudan a criar a sus sobrinos, niños con dos mamás o dos papás, parejas que deciden libremente no tener hijos, amigos solteros que viven juntos.”

Hemos subrayado, para que no pase desapercibido, el hecho de que se cite al final y casi de contrabando ―junto a casos comunes que todos conocemos y que entendemos socialmente―, a las parejas homosexuales. Esta no es ninguna casualidad. Se hace con el propósito expreso de que parezca lógico que las parejas homosexuales deban considerarse como otro “tipo de familia”. En comunicación esto se llama “significado connotativo” o por asociación de ideas, buscamos que algo asuma el significado de aquello que está a su costado.

Pero vamos por partes. Primero hay que aclarar que este “argumento” no lo inventó De Belaunde. De hecho es uno de los mantras típicos que las sectas LGTB repiten acríticamente en todo momento para intentar auto convencerse de sus dogmas. La estrategia es: 1) Introducir la falacia de que no hay un modelo único de familia y, 2) Meter en el saco de “otros modelos” a las parejas homosexuales.

¿Es cierto que estos “otros casos” señalados por De Belaunde (sin contar las parejas homosexuales) implican nuevos modelos de familia?

Aunque al comienzo esta idea parezca lógica, sólo un poco de análisis demuestra que es completamente falsa. La familia es papá-mamá-hijos, siempre lo ha sido. En todas las culturas, en todos los lugares y en todos los tiempos. Y por una razón sencilla: esta estructura cumple un verdadero rol social y asegura la perpetuación de la especie. Es la evidente base y fundamento de la sociedad.

Los «otros» casos que menciona De Belaunde (otra vez, sin contar a las parejas homosexuales que mete de contrabando) salen de este patrón único y natural, y nunca lo contradicen. Son las excepciones que confirman la regla y que elevan la mirada hacia el verdadero ideal familiar.

Veamos, los incorrectamente llamados “otros modelos”, aspiran siempre al modelo original y lo promueven. Una madre con hijos anhela un esposo (y en muchos casos se vuelve a casar), un abuelo con su nieto imprime en él la imagen de un padre (imagen que no buscará negar), tíos que crían sobrinos les muestran a ellos el mismo modelo de familia original, etc. Todos miran al modelo original, lo buscan y lo anhelan. En el fondo estos casos particulares no son más que derivaciones circunstanciales (en muchos casos no deseadas) del modelo básico y nunca entran en conflicto con él, ni mucho menos lo niegan.

Pero las parejas homosexuales no son una excepción a la regla. Su rol no es social sino subjetivo y hedonista. No surgen por necesidades objetivas o por circunstancias externas sino por desarrollos inadecuados de identidad. Por esta razón, las parejas homosexuales en realidad rompen el modelo original y lo desvirtúan. De hecho, son OTRO modelo que jamás podríamos llamar familia en el sentido real, no sólo porque no cumplen un rol social, sino sobre todo porque actúan más bien ―bajo el impulso ideológico de sectas radicales―, como agente de subversión del patrón natural. No buscan “expandir” el concepto de familia sino destruirlo en su esencia.

No nos dejemos engañar. Ni hay muchos “tipos” de familia, ni las parejas homosexuales son uno de ellos.

Celebremos entonces a la única familia que existe: hombre, mujer e hijos. Y celebremos también que cualquier derivación que de ella surja, finalmente no hará más que apuntar y enseñarnos a desear y buscar el modelo original.

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